Bonells (2)

Gràcies, Toni. Gràcies, Subal.

«En mi casa mi padre solo hablaba catalán y mi madre solo castellano. Yo nunca estudié catalán y no sé escribirlo bien porque nunca me ha interesado aprender a escribir en catalán. Además desde que se murió mi padre en 1997 ya no tengo a nadie con quien hablarlo, nunca tuve amigos en Barcelona y ahora aún menos, por lo que lo hablo cada vez peor. Pero muy a menudo me viene en la conversación una palabra en catalán porque dice mejor lo que quiero decir. Lo dice para mí, no para los demás que me miran como a un bicho raro. Entonces la traduzco y todo vuelve a su cauce. O eso creo. Quizá estas interferencias lingüísticas sean debidas a que continúo hablando catalán con mi padre, pero en privado. No me parece que sea una mala cosa. Ni buena. Es así. Además, de forma irracional y quizá absurda, estas decisiones son siempre irracionales y absurdas, he decidido no hablar catalán con nadie más que con mi padre, por lo que hoy cuando entro en una tienda en Cataluña pido las cosas en castellano. En cuanto al castellano lo hablo cada día en casa porque mi mujer es argentina, sus dos hijos también y el nuestro, de cuatro años, apechuga con lo que se le dé porque para eso es el mas pequeño y ya impone su voluntad en todo lo demás. En cuanto al francés es el idioma del lugar donde vivo y trabajo desde 1970. Apañado iría si no lo hablara ni lo escribiera.

»No tengo un sentimiento nacional arraigado. Nunca lo tuve. Ni catalán, ni español, ni francés. Como a Marsé, los nacionalismos me repugnan y los nacionalistas, comenzando por los españolistas, también. Me gusta sentirme extranjero, porque ya en Barcelona en los años 50 y 60 me sentía extranjero. La razón es muy sencilla: mi casa no era mi casa, mi barrio no era mi barrio, mi ciudad no era mi ciudad, mi país no era mi país. Por qué lo sería ahora? Me explico: como mi padre era chofer de unos alemanes de Sarriá/Bonanova, vivía en una casita, la de los sirvientes, adosada a la montaña en el interior de una finca inmensa (torre se decía entonces y quizá también ahora) donde yo tenía prohibido corretear a mis anchas, porque los dueños alemanes me lo habían prohibido, y que sólo me pertenecía cuando ellos se iban de veraneo; luego, vivía en un barrio de ricos y de algunos intelectuales pijos de buena familia que se las daban de progres, frecuentaban Bocaccio, iban a La Salle o a los Jesuitas y hoy puede que dirijan alguna que otra editorial con solera, sin ser yo rico ni pijo ni progre ; para más inri, vivía en una ciudad a la que casi nunca iba (en aquella época se decia «voy a Barcelona» para decir que se iba al centro), que podía contemplar desde el balcón de mi casa con el mar al fondo, como un dominio lejano e inaccesible e inalcanzable, pero que solo conocí bien cuando me fui a París, porque de cuando en cuando volvía con algún amigo o amiga y me pedían que se la hiciera visitar; y por último, vivía en un doble país de mierda, tanto Cataluña como España, tanto monta monta tanto, con el que nunca me sentí identificado, antes bien, solo tenía una idea en mente desde que tuve uso de razón : IRME. Francés tampoco me siento, por más que ya hace 35 años que vivo en Francia, pero eso sí, es un país al que le tengo apego porque me lo ha dado todo, mientras que España y/o Cataluña no me ha dado nada… salvo ganas de morirme.»


L'entrevista sencera, aquí.

1 comentari:

Digues, digues...